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EROTIKA. RELATOS Y PENSAMIENTOS

COMPROMETIDOS.

COMPROMETIDOS.

Entonces me esperarás mañana en el aeropuerto a las diez de la mañana – me preguntó Bruno a través del teléfono.

Sí, claro allí estaré – le contesté hechizada por su dulce voz.

Hacia un par de años que nos conocíamos, pero nunca nos habíamos visto (por lo menos no cara a cara) a pesar de trabajar juntos en la misma editorial, codo con codo, escribiendo miles de libros de auto-ayuda. Él escribía los libros y yo era su documentalista, lo hacíamos todo a través del teléfono y de internet. Él vivía en San Sebastián y yo en Barcelona y hasta aquel momento ninguno de los dos había ido a la ciudad del otro.

Pero por fin eso se iba a solucionar. Bruno tenía que venir a Barcelona para una convención e íbamos a conocernos. Durante los dos años en que habíamos estado en contacto, nuestra relación se había ido reforzando día a día y éramos muy buenos amigos. Yo se lo contaba casi todo, incluso mis problemas de convivencia con mi novio, con el que llevaba un año viviendo, al igual que él me había contado las reticencias de su novia para casarse. Ahora podríamos hablar de todos esos problemas cara a cara. Yo estaba nerviosa y ansiosa por conocerle personalmente.

Así al día siguiente me levanté temprano, me duché, me vestí y me peiné, poniéndome mi mejor vestido y haciéndome mi mejor peinado, ya que quería causarle buena impresión. A las diez menos cuarto ya estaba en el aeropuerto esperando frente a la puerta de desembarco.

A las diez en punto una voz avisó por los altavoces que el vuelo se había retrasado. Empecé a andar de un lado a otro nerviosa. A las diez y cuarto un nuevo aviso de retraso, mis nervios estaban a flor de piel. A las diez y media, por fin, la gente empezó a salir y casi de los últimos venía a él. Nada más verle, enseguida le identifiqué, puesto que me había enviado algunas fotos por internet; él también me reconoció enseguida y me saludó. Se acercó a mí y nos abrazamos como viejos amigos.

¡Hola! Eres más guapa que en las fotos – Me dijo.

Tú también eres más guapo en persona ¿Cómo ha ido el viaje?.

Muy bien.

Fuimos a buscar las maletas, y mientras esperábamos frente a la cinta transportadora le dije:

No te he buscado ningún hotel, porque he pensado que lo mejor es que te quedes en casa.

No, no quiero ser una molestia – Protestó.

No eres ninguna molestia, eres mi amigo y mi compañero, y Fran y yo estamos encantado de tenerte en casa.

Esta bien – Aceptó Bruno.

Como las conferencias serán por la mañana, he pensado que por la tarde podemos ir a ver cosas. – Le apunté.

Vale, estoy ansioso por conocer Barcelona.

Recogimos la maleta y partimos hacía mi casa. Allí le enseñe la habitación donde dormiría y le dejé para que pudiera deshacer la maleta. Me puse a hacer la comida, y estaba cortando unos tomates, cuando oí su voz desde la puerta que estaba a mi espalda:

Las mujeres estáis muy atractivas con el delantal.

Gracias, ¿me está tirando los tejos?

No, no. Era sólo un pensamiento. ¿Cómo está Fran?

Bien, hoy no vendrá a comer, tenía una reunión muy importante. Comeremos solos – le señalé. – Y Rosario ¿cómo está?

Bien, muy bien.

¿Todavía no tenéis la fecha de la boda?

No, Rosario todavía sigue reticente.

Vaya.

¿Y tus problemas con Fran, cómo van? – Me preguntó acercándose a mí, sentí su mano sobre mi cintura y vi su sombra a mi lado.

Pues ya ves, hoy no viene a comer, ayer vino a las dos de la madrugada, y el fin de semana lo pasé sola porque él tenía que terminar un proyecto.

Bueno, por lo menos estos días no estarás sola, yo te haré compañía.

Gracias.

Su mano seguía en mi cintura y me hacía sentir incómoda, pero a la vez era agradable sentir su calor.

Podemos salir a tomar algo esta noche, ¿no? – Me propuso.

Vale. – Acepté.

Tras eso comimos y por la tarde fuimos a ver la catedral y el centro de la ciudad. A las ocho regresamos a casa, me puse a hacer la cena y las ocho y media llegó Fran. Mientras cenábamos le comenté que Bruno y yo saldríamos a tomar algo después y que si él quería venir, pero dijo que no, que prefería irse a dormir pronto porque estaba cansado y debía madrugar.

Cuando bajábamos en el ascensor Bruno y yo, le dije:

Ves, últimamente siempre está cansado y no quiere salir, y si no tiene que trabajar y vuelve a las tantas.

No te preocupes, hoy nos vamos a divertir – Me dijo Bruno.

Estuvimos en un pub cercano a casa tomando unas copas. Cuando ambos ya íbamos por el segundo cubata y el alcohol empezaba a hacer su efecto Bruno me sacó a bailar. Yo me sentía muy excitada, pues como he dicho el alcohol estaba haciendo su efecto. Así que cuando sentí su cuerpo pegado al mío la temperatura subió. Sentí su sexo excitado sobre mi vientre y eso me excitó a mí, ya que llevaba un par de semanas sin practicar el sexo.

Vamos a sentarnos – Le pedí sintiéndome nerviosa y preocupada por la situación.

No, no, bailemos – Me rogó él sin soltarme. Traté de separarme de él y entonces me preguntó:

¿Té pasa algo? ¿Acaso no te diviertes?

Sí, si, pero necesito descansar – Le respondí.

Espera, bailemos un poco más.

Seguimos bailando pegados, agarrados y sentí como sus manos se dirigían hacía mi culo y lo apretaba, oprimiéndome hacía él, con lo cual sentí su erección aún más sobre mi vientre. Yo estaba nerviosa y ya no sabía que hacer, entonces sus labios empezaron a acariciar mi oreja y mi cuello, con mucha suavidad.

Bruno, vámonos a casa – Le supliqué intentando escapar de él.

No, no, Susana tú me gustas mucho y me atraes y sé que yo a ti también.

Sí, es cierto –Acepté – pero esto no está bien, los dos estamos comprometidos. Anda vámonos a casa.

Por fin pude deshacerme de sus brazos y me dirigí hacía la puerta saliendo del local, Bruno vino detrás de mí.

Espera – Dijo cogiéndome del brazo y girándome hacía él, y casi sin que me diera cuenta me besó con pasión introduciendo su lengua en mi boca. Yo loca de deseo le correspondí. Sentí que en unos segundos todos los sentimientos hacía él que había tenido encerrados en lo más profundo de mi corazón afloraban.

Cuando dejamos de besarnos nos miramos a los ojos, y le dije:

Vamos a casa.

Caminamos en silencio, cogidos de la mano, hasta llegar a mi bloque, entramos en la escalera y subimos en el ascensor besándonos y acariciando nuestros cuerpos por encima de la ropa. Salimos del ascensor y abrí la puerta, entramos y seguimos besándonos.

Fran nos va a oír. – Le dije a Bruno, ya que la habitación estaba al final del pasillo frente al que estaba la puerta.

¡No, ven! – Me dijo llevándome hasta el baño pequeño, que estaba tras la primera puerta de aquel pasillo.

Entramos y cerró la puerta con el pestillo. Seguimos besándonos, mientras sus manos desabrochaban mi vestido y me lo quitaba, a la vez que las mías desabrochaban su camisa dejando desnudo su torso.

Estamos locos, – dije nerviosa – si Fran se entera.

No se enterará. – Me tranquilizó él.

Me apoyé sobre el lavamanos que estaba detrás de mí y dejé que sus labios besaran mi cuello y poco a poco descendieran por mi escote, a la vez que sus manos acariciaban mis senos por encima del sujetador de encaje que llevaba. Sus labios fueron descendiendo hasta alcanzar mi sexo. Sentí como sus dedos se introducían en mis bragas y alcanzaban la humedad de mis genitales. Entreabrí las piernas, él apartó las bragas y su lengua comenzó a lamer mis labios vaginales. Un gemido de placer escapó de mi garganta, pero traté de acallarlo, mientras su lengua seguía lamiendo mi sexo y se introducía en mi vagina. Bruno me quitó las bragas y luego con sus dedos acarició mi clítoris haciéndome vibrar, continuó introduciendo dos de sus dedos en mi vagina y empezó a moverlos como si fueran un pene, introduciéndolos y sacándolos, mi cuerpo se estremeció. Sentí su lengua lamiendo mi clítoris. Luego sus labios succionándolo, y finalmente, sus dientes mordisqueándolo muy suavemente. Mientras, una de sus manos se dirigía hacía mi culo y acariciaba mi raja con uno de sus dedos, que se abrió camino hasta mi ano y me lo introdujo, un nuevo espasmo de placer agitó mi cuerpo y un grito se escapó de mi garganta. Bruno sacó sus dedos de mi vagina. Me hizo dar medía vuelta y empezó a dentellear y lamer mis nalgas, mientras introducía uno de sus dedos en mi vagina, humedeciéndolo con mis jugos, luego recorrió mi raja hasta mi ano e introdujo el dedo en él, muy despacio, suavemente, y lo movió en sentido rotativo. Yo me mordía el labio para no gritar de placer. Sacó su dedo de mi ano y se puso en pie detrás de mí, oí como se bajaba la cremallera del pantalón. Sus manos acariciaron mis senos mientras sus labios besaban mi cuello y sentía como su sexo erecto reposaba sobre mis nalgas.

¡Fóllame! – Le supliqué – Te necesito.

Bruno guió su erecto pene hasta mi húmeda vagina y con destreza me penetró, al sentirle dentro de mí por completo suspiré y retrocedí hacía él un poco, para sentirle mejor. Me abrazó rodeándome con sus brazos y comenzó a moverse muy despacio, haciendo que su polla entrara y saliera de mí en una torturadora lentitud, mientras una de sus manos acariciaba mi pecho izquierdo y la otra, mi clítoris. El placer era sublime, se extendía por todo mi cuerpo y me ardía internamente. Sentía su respiración en mi oído y eso todavía aumentaba más mi excitación.

Me miré en el espejo, estaba roja de deseo y satisfacción y me dolía ya el labio de tanto mordérmelo. Me giré hacía Bruno intentando besarlo, quería sentir sus labios sobre los míos, pero la posición no nos lo permitía, así que él sacó su sexo de mí y me giré hacía él. Nos besamos con pasión y volvió a pegar su cuerpo al mío. Me abrazó por la cintura y me subió sobre el lavamanos, sobre el cual me senté, sintiendo el frío mármol sobre mis nalgas. Abrí mis piernas dispuesta a recibirle de nuevo, y él no se hizo esperar, enseguida metió su erecto falo dentro de mí. Suspiré y rodeándole con mis piernas lo acerqué a mí y lo abracé, sujetándome con las manos por las nalgas. Bruno empezó a empujar de nuevo, haciendo que su sexo de nuevo entrara y saliera de mí. Mi cuerpo enseguida empezó a sentir el calor del placer recorriendo mis venas y mis músculos. Por eso comencé a moverme con más rapidez, para sentir mejor sus embestidas y provocar que el orgasmo empezara a nacer, eso hizo que también él se excitara y sentí como su miembro se ponía duro. En pocos segundos, mi cuerpo estalló en un orgasmo demoledor y los espasmos de mi vagina hicieron que también Bruno se corriera dentro de mí. Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, nos separamos y entonces le dije a Bruno:

Es mejor que olvidemos esto.

Sí, será lo mejor.

Bruno recogió mis bragas del suelo y me las dio. Luego salió del baño. Yo me quedé allí un rato, pensativa y preocupada. Bruno me había hecho sentir cosas que Fran no me había hecho sentir nunca. Me puse las bragas y me dirigí hacía mi habitación, me quité la ropa, me puse el camisón y me acosté junto a Fran que dormía plácidamente.

Cuando desperté al día siguiente, Fran ya se había marchado. Oí la ducha del baño pequeño, Bruno se estaba duchando, en un segundo recordé lo sucedido la noche anterior en aquel baño y deseé entrar y volver a sentir todas aquellas sensaciones, el pleno placer, la libertad, la ternura, pero me reprimí, me vestí y me dirigí a la cocina. Hice café y unas tostadas y esperé a que Bruno apareciera.

Buenos días – Dijo al entrar por la puerta.

Buenos días, ¿has dormido bien? – Le pregunté un poco incomoda.

Sí, muy bien.

Te he hecho tostadas para desayunar. – Le dije.

Gracias.

Salí de la cocina y me fui a mi habitación, me sentía incomoda a su lado. No podía mirarle a los ojos.

Estaba haciendo la cama cuando oí su voz diciéndome:

No debes sentirte culpable, pasó por que los dos queríamos que pasara y ya está.

Vale. – Acepté.

Me voy a la conferencia, vete preparando la visita de está tarde. ¿Vale? Tengo ganas de ver cosas bonitas.

El resto de la mañana la pasé sola, hasta que Bruno vino a comer. Comimos y después me vestí y salimos a dar una vuelta, lo llevé a ver la Catedral, el ayuntamiento y la Generalitat y cuando íbamos hacía el metro pasamos por delante de unos grandes almacenes y me dijo:

Ven, vamos a comprarte algo. – Me arrastró hacía el interior y nos dirigimos hacía las escaleras de subida a la planta de ropa de mujeres.

Bruno empezó a buscar en la sección de chaquetas, hasta que encontró una gabardina marrón claro y me dijo:

Toma, pruébatela.

Hice lo que me ordenaba y me la probé. Me quedaba por encima de las rodillas, al verme con ella Bruno dijo:

Perfecta.

La pagó y mientras salíamos de los almacenes dijo:

Quiero que mañana te la pongas, y que me lleves al Parque Güell, ¿vale?.

Vale. – Acepté.

Volvimos a casa y tras cenar junto con Fran estuvimos un rato viendo la televisión y luego nos fuimos a dormir.

Al día siguiente le preparé de nuevo el desayuno y desayunamos juntos.

Hoy es tú último día aquí.

Sí, por eso quiero ir a ver el parque Güell, no quiero irme sin verlo.

Vale, esta tarde iremos.

Terminó de desayunar y se marchó. A la hora de comer, comimos juntos, como siempre, sin Fran, después me arreglé y me puse la gabardina. Cuando salí al comedor y me vio dijo:

¿Te has puesto un vestido debajo?

Claro, ¿por qué? – Le pregunté extrañada.

Porque no quiero que te pongas nada debajo.

¿Quieres que vaya desnuda?.

Sí, será muy excitante.

¿Qué estarás tú pensando? – Le pregunté.

En una buena despedida. – Me respondió él.

Volví a la habitación y me desnudé, poniéndome sólo la gabardina y los zapatos. Cuando salí él dijo:

Perfecta, vámonos.

Salimos de casa y cogimos el autobús, yo iba bastante incómoda por la desnudez. Además, Bruno me hizo sentar y yo me molesté aún más al pensar que alguien podría mirar entre mis piernas y ver que no llevaba ropa. Cuando por fin llegamos al parque y pude ponerme en pie, me sentí más tranquila. Bajamos del autobús y entramos en el parque. Primero estuvimos dando vueltas, visitando el parque, que es precioso y tiene una arquitectura muy original. Había bastante gente, sobre todo padres con sus niños jugando y gente mayor paseando o tomando el sol. Caminando llegamos hasta un lugar bastante apartado, un pequeño escampado con tres o cuatro bancos, por donde pasaba muy poca gente.

Ven. – Me dijo Bruno tirando de mi mano y llevándome hasta uno de los bancos.

Entonces él se sentó en el banco y me dijo:

Siéntate en mis rodillas.

Me giré de espaldas a él e hice lo que me ordenaba. Sólo de pensar lo que iba a ocurrir empecé a excitarme. Sentí su mano rozando mi culo desnudo y luego oí la cremallera de su pantalón bajando.

Estás loco. – Le dije.

Sí, pero es muy excitante, ¿verdad?.

Mi sexo ya estaba totalmente húmedo cuando sus dedos lo rozaron. Sentí que dirigía su sexo erecto hasta mi vagina y con suma facilidad y delicadeza me penetraba. Estuve a punto de exhalar un gritito, pero al ver a un par de ancianos pasando frente a nosotros lo reprimí. Bruno se rió.

¡Qué malo eres! – Le reñí.

Entonces me sujetó por las caderas y muy suavemente empezó a moverme sobre su sexo, cada vez que alguien se acercaba por el escampado ambos nos quedábamos inmóviles. Una pareja de ancianos apareció y se sentó en el banco que había al lado del nuestro.

¡Oh, no! – Protesté.

Tranquila. – Me dijo él y metió su mano por entre la gabardina en busca de mi clítoris y comenzó a acariciarlo.

Aquello todavía me puso más nerviosa, pero la excitación era máxima y mi corazón iba a mil por hora, trataba que acallar mi excitación, pero me era imposible. Quería gritar, pero no podía. Bruno, debajo de mí, se movía casi imperceptiblemente, haciendo que su sexo entrara y saliera de mí. Los ancianos nos miraban, evidentemente sospechaban que algo raro nos pasaba. En pocos segundos el orgasmo empezó a nacer en mí y ya no pude contenerme más, empecé a cabalgar sobre el erecto pene de Bruno sin importarme lo que pudieran pensar aquellos dos ancianos.

¡Qué guarros! – Exclamó la mujer al entender lo que sucedía - ¡Vámonos!

El matrimonio se levantó y abandonó el lugar, mientras yo seguía cabalgando sobre el erecto pene de Bruno logrando el éxtasis final. También él lo alcanzó sólo unos segundos después. Cuando dejamos de convulsionarnos me derrumbé sobre él.

Ha sido excitante, ¿verdad? – Me preguntó Bruno.

Sí, mucho.

¿Te ha gustado la despedida?

Claro. Es una pena que te tengas que ir.

Nos pusimos en pie y empezamos a caminar hacía la salida.

No te preocupes, volveré.

Eso espero.

Regresamos a casa y Bruno hizo la maleta. Al día siguiente lo acompañé al aeropuerto, con la promesa de que volvería.

Erotikakarenc.

2 comentarios

HELIOS -

mmmmmmmmmmmm
Me ha recordado algunos de mis polvos perdidos. Gracias Karen.
Ah, yo se lo abría hecho mejor seguro…ajaja….
Me ha gustado mucho.
Un beso Karen

disgresor -

Vuelvo a disfrutar con tus torridas aventuras, en estas torridas tardes de verano. Gracias.