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EROTIKA. RELATOS Y PENSAMIENTOS

Trios

AMANTES (4: YANA, TÚ Y YO).

(Un regalo muy especial para alguien muy especial)

 

Estaba hojeando una revista cuando ví aquel anuncio, decía:

"ADM, hacemos realidad sus fantasías, llámenos, no le defraudaremos, usted nos indica lo que quiere y nosotros se lo conseguimos". Dudé unos segundos antes de llamar, pero buscaba algo especial que regalarte, además, me habías hablando cientos de veces de aquella fantasía y de lo fantástico que sería para ti tenernos a las dos en la misma cama. Así que pensé que aquella empresa del anuncio podía ayudarme. Llamé, nerviosa y a la expectativa, le expliqué a la chica que me atendió lo que quería y me dijo que me llamaría al día siguiente para ultimar los detalles. Efectivamente al día siguiente me llamaron, preparamos la cita, me indicaron el precio y un número de cuenta donde ingresar el dinero. En un par de días el regalo llegaría a tus manos. Esa misma noche mientras cenábamos en un elegante restaurante te desvelé el secreto regalo. Tus ojos se abrieron como platos al saberlo.

- Estoy alucinado, petrificado. ¡Eres genial!. Te quiero princesa – dijiste estampándome un beso en los labios.

Después en casa me hiciste el amor apasionadamente. Estabas loco de contento.

El día ha llegado, son las cinco y no hago más que dar vueltas por la habitación de un lado a otro. Estoy nerviosa y de vez en cuando, me asaltan las dudas y el arrepentimiento. Pienso en si será o no buena idea, pero entonces, miro la revista que tienes con sus fotos en el cajón de la mesilla de noche, recuerdo tu cara de alegría al desvelarte la sorpresa y me convenzo de que debo seguir adelante. Dejo la revista en el cajón y me miro en el espejo del armario. Otra vez las dudas me asaltan, yo no tengo el cuerpo escultural que ella tiene, ni esa larga melena rubia, aunque debo reconocer que tampoco estoy mal y, además, mis ojos son tan azules como los de ella. Aunque en realidad a ti eso no te importa, no es mi cuerpo lo que más te atrae de mí, eso lo sé. Además y según tú tengo el sexappel suficiente para atraerte y volverte loco de excitación con sólo un gesto o una mirada. Y tenerte a mí y a ella, las dos juntas en una cama para ti sería lo máximo, un sueño perfecto. Por eso me decidí a hacer realidad ese sueño, pero sobre todo un sueño en el que yo, la mujer de tu vida, no puede faltar. Aún así, no puedo evitar las dudas.

De repente oigo la puerta abriéndose y salgo a tu encuentro, tu saludas alegremente:

- ¡Hola cielo!

- ¡Hola! – Te veo acercándote hacía mí con un hermoso ramo de rosas rojas.

Me lo ofreces y añades:

- Gracias, princesa.

Lo cojo y huelo su intenso aroma. Me dirijo al comedor y busco un jarrón en el armario. Luego voy a la cocina para llenarlo de agua. Mientras arreglo las flores siento como te acercas a mí, pegas tu cuerpo al mío y siento tu sexo creciendo entre tus piernas. Besas mi cuello suavemente y deslizas tus manos hasta mis senos, los acaricias suavemente sobre la fina tela de la bata que uso para estar por casa.

- ¿Estás segura de que quieres hacerlo? – Me interrogas otra vez, dudoso.

- Sí – te respondo – completamente.

- ¿Qué te vas a poner? – Me preguntas susurrando en mi oído mientras logras que me excite enormemente.

- No lo sé.

- ¿Puedo elegir por ti?

Afirmo con la cabeza, mientras tu mano se pierde por dentro de la bata y acaricia mi piel.

- Ponte la blusa blanca, esa que se transparenta un poco y la falda estrecha que te queda como un guante, y sin nada debajo- añades.

Siento como mi sexo se humedece al pensar que iré desnuda bajo la ropa, aprieto mi cuerpo contra ti, mi deseo crece y te haría el amor ahí mismo, pero el tiempo apremia y en una hora tenemos que estar en el hotel. Las flores ya están listas y te suplico:

- Venga, tenemos que arreglarnos ya o llegaremos tarde.

Te separas de mí. Me dirijo al comedor y dejo el jarrón sobre la mesa. Luego me dirijo hacía la habitación, tú me sigues y sé que observas mi culo contoneándose, así que muevo mis caderas más exageradamente para atraerte. Me encanta ponerte a mil, excitarte y llevarte hasta el límite.

En la habitación saco la ropa que me has indicado y la dejo sobre la cama, tú haces lo mismo con la ropa que te vas a poner: pantalones de pinzas, camisa blanca, corbata a juego y americana. Sabes que me gustas vestido con traje y corbata y me encanta quitártelo poco a poco cuando lo hacemos, por eso has elegido esas prendas. Cuando termino de vestirme te pregunto:

- ¿Qué te parece?

Me observas de arriba a bajo (tú también has terminado de vestirte ya), tus ojos se detienen en mis senos. Mis pezones erectos se notan bajo la tela de la blusa. Te acercas a mí y me abrazas fuerte contra ti, me besas apasionadamente buscando mi lengua con la tuya, mientras con una mano deslizas la falda hacía arriba, aprietas mi nalga desnuda y luego dejas que tus dedos se pierdan entre los pliegues de mi húmedo sexo. Me estremezco sintiendo como hurgas en mi vulva e intentas penetrarme. Un gemido de placer escapa de mi garganta y mi mano busca tu sexo por encima de la tela del pantalón. Mi respiración se acelera y entonces veo el reloj de la mesilla, son las cinco y media. Trato de separarme de ti y te digo:

- Deberíamos irnos o llegaremos tarde, son las cinco y media ya.

- ¿De verdad quieres hacerlo? – Vuelves a preguntarme.

- Ya te he dicho que sí – te respondo dándote un cariñoso beso en los labios.

Me sueltas y nos vamos. Cojo mi abrigo, el bolso y bajamos hasta el parking en el ascensor, donde te pregunto:

- ¿Tú no estás nervioso?

- Sí, un montón, pero ya verás como irá todo bien, mi niña – tratas de tranquilizarme aunque sé que estás tan o más nervioso que yo misma, por eso no has dejado de preguntarme en los últimos días si estoy segura que lo que voy a hacer.

Aprietas mi mano tratando de transmitirme calma. Llegamos al parking y subimos al coche. Por el camino no dejamos de mirarnos, sonreírnos y de vez en cuando, cada vez que paramos en un semáforo acaricias mi rodilla desnuda y asciendes por mi muslo, pero sin lograr ni una sola vez llegar al objetivo.

Llegamos al hotel y aparcas en el parking. Subimos a recepción y preguntamos por la habitación que me indicaron.

- La Srta. Les está esperando en la suite – dice el recepcionista.

Subimos en el ascensor, ninguno de los dos puede ocultar el miedo y la ansiedad que nos causa está situación, pero sabemos que juntos y unidos todo será perfecto, nos damos cuenta de ello cuando nuestras miradas se cruzan. El ascensor se detiene y caminamos hacía la habitación indicada. Frente a la puerta te cojo fuertemente del brazo. Vuelves a preguntarme si estoy segura y vuelvo a repetirte que sí y entonces picas con los nudillos. Una voz en el interior dice:

- Voy.

Nos miramos ambos, excitados, nerviosos. Llevas tú mano hasta la mía, que sigue apretándote y me dices:

- Tranquila.

La puerta se abre y aparece ella, Yana Cova, con su rubia melena suelta, un precioso salto de cama azul y esos ojos azules y grandes. Te quedas parado, obnubilado, como si no te lo creyeras y exhalas un suspiro diciendo:

- Yana.

Y ella te sonríe y dice:

- Pasad.

Tengo que empujarte para que entres, ya que ante la sorpresa de tenerla frente a ti, no eres capaz de reaccionar.

Entramos sin soltarnos el uno del otro. Yana sonrie de nuevo, trata de hacer que te sientas cómodo.

- Poneos cómodos – nos propone.

Nos quitamos el abrigo y ella, amablemente, lo recoge. Ha notado nuestro nerviosismo inmediatamente y mientras deja los abrigos en el perchero dice:

- Tranquilos, ya veréis como nos lo pasamos bien. Venid conmigo – nos indica dirigiéndose hacía un pasillo.

La seguimos cogidos de la mano. Nos miramos expectantes, hasta que llegamos a una puerta que ella abre. Es la habitación, en la que nos hace entrar. Hay una gran cama de matrimonio, una tenue luz blanca y un tocador con su correspondiente silla. Entra tras nosotros y situándose entre ambos nos sujeta por la cintura y dice:

- Bueno chicos, ya estamos aquí.

Acerca sus labios a los tuyos y me siento algo celosa al ver como su lengua entra en tu boca y la saborea. Cuando termina hace lo mismo conmigo, me besa, introduce su lengua en mi boca y rebusca mi lengua. Empiezo a sentirme excitada. Cuando nos separamos, Yana me coge de la mano y me lleva hasta la cama diciéndome:

- Ven aquí preciosa, vamos a enseñarle a este guapo como se lo montan dos mujeres.

Al oír eso tu sexo se estremece y nos sonríes, te devuelvo la sonrisa con un gesto perverso en ella. Ambas nos arrodillamos sobre la cama, en el centro de esta justamente. Tú te sientas en la silla del tocador. Yana vuelve a besarme mientras me desabrocha la blusa blanca que tú me has pedido que me ponga para la ocasión. Cuando Yana ha terminado de desabrocharla, introduce sus manos por la abertura, las lleva hasta mis senos y los acaricia suavemente. Me estremezco e intento imitarla acariciando sus senos por encima del semitransparente salto de cama. Mi instinto me lleva a quitarle los tirantes y besar sus hombros desnudos, mientras ella desabrocha mi falda corta, baja la cremallera y la desliza por mis piernas hacía abajo. Me siento sobre la cama para que me la quite más cómodamente y entonces te observo. Estás ensimismado mirándonos, tocándote el paquete por encima de la tela del pantalón, mientras te muerdes el labio inferior, en tus ojos el deseo quema y te dan un atractivo distinto y seductor.

Nuestras miradas se cruzan y te pregunto:

- ¿Qué tal, cariño?

- Estoy en un sueño, mi sueño – respondes tú, como si de verdad estuvieras viviendo un sueño.

Ahora soy yo la que despoja a Yana de su ropa. Me sorprende la complicidad que en sólo unos minutos se ha creado entre nosotras. Desnudas ambas, nuestras manos acarician la piel de la otra a la vez que nuestros labios no dejan de besarse. Yana me hace acostar sobre la cama bocaarriba, se desliza hacía mis piernas y las abre mientras te mira traviesa. Siento como acerca su boca a mi sexo, me estremezco imaginando lo que seguirá. Su lengua se enreda en mi clítoris y empieza a lamerlo suavemente. Gimo y te observo, ahora te has bajado la cremallera del pantalón y tu mano juega dentro. Yana se esmera, moviendo su lengua de mi clítoris a mi vagina, la introduce dentro y la mueve como si fuera un pequeño pene. Todo mi cuerpo se eriza, mi espalda de arquea haciendo que mi sexo se pegue más a su boca y los gemidos son cada vez más fuertes. En pocos segundos alcanzo el primer orgasmo de la noche, tras el cual, Yana te indica que te acerques a nosotras. Lo haces y te quedas de pie junto a la cama. Nosotras nos acercamos a ti, sonrientes y juguetonas. Yana es quien toma la iniciativa y empieza a desabrocharte el botón del pantalón. Yo acerco mi boca a tus labios y te beso. Nos abrazamos y me susurras al oído:

- Gracias por este sueño.

Desciendo hasta donde está Yana, frente a tus piernas, y la ayudo a quitarte los calzoncillos; despacio los deslizamos por tus piernas hasta el suelo. Tu sexo aparece altivo, erecto y vibrante. Por un segundo ambas nos quedamos paradas sin saber que hacer, hasta que yo cojo tu pene entre mis manos y se lo ofrezco a Yana. Ella acerca su boca y lo lame. Luego me cede a mí el honor y hago lo mismo, lamo tu glande como sé que a ti te gusta, mientras te miro a los ojos. Tú nos observas, adivino en tus ojos que no acabas de creer lo que está pasando. Hundes tu mano derecha en mi pelo y tiras de él, aprietas mi cabeza y veo que haces lo mismo con el pelo de Yana. Necesitas saber que esto está pasando de verdad, que es real esta situación en la que tienes a tu niña y la espléndida Yana lamiéndote la verga.

Tu cara de excitación es un poema para mis sentidos y me doy cuenta que eres feliz haciendo realidad esta fantasía. Seguimos ambas lamiendo tu verga alternativamente, luego nos repartimos el trabajo y mientras ella te lame los huevos yo lo hago con tu glande hasta que nos intercambiamos el lugar.

Seguidamente, Yana te hace tumbar sobre la cama. Acaricia tu pecho con sus manos y se sitúa sobre ti. Te besa apasionadamente, mientras yo me he situado entre tus piernas y sigo mamando tu verga, saboreándola como a mí me gusta. Yana sitúa su sexo sobre tu boca y veo como tu lengua empieza a lamer su clítoris. Esa visión me excita y me enerva, por eso me coloco sobre tu sexo, rozándolo con el mío, húmedo y excitado, contra él. Ambos nos estremecemos con ese contacto. Sujeto tu pene con la mano y restriego el glande por mis labios, mojándolo en mí humedad, tu empujas deseoso de penetrarme, así que no te hago esperar más. Guío el glande hasta la entrada de mi sexo y desciendo sobre él. Haces un alto en el cunilingus que le estás dando a Yana y suspiras. Luego sigues moviendo tu lengua sobre su sexo mientras ella gime excitada. Se gira para observarme. Y yo empiezo a moverme, a cabalgarte muy despacio sintiendo cada centímetro de tu polla entrando y saliendo de mí.

Yana al verme decide darse la vuelta. Su cuerpo desnudo queda a mi total disposición igual que el mío a la suya; así nuestras manos se pierden sobre la piel de la otra. Acaricio sus hombros, su cuello y nuestras bocas se unen en un apasionado beso mientras sus manos acarician mis caderas, y con una de ellas desciende hasta mí clítoris y muy suavemente, usando su dedo índice, empieza a acariciarlo marcando círculos de placer sobre él. Los gemidos de los tres se confunden inundando la habitación de un agradable sonido. Empiezo a convulsionarme, y acelero mis movimientos sobre ti. La unión de las caricias que Yana aplica sobre mi clítoris, y el placer que tu verga rozando las paredes de mi vagina me produce, hace que poco a poco, el éxtasis vaya naciendo entre mis piernas y se extienda insondable por todo mi cuerpo hasta hacerme explotar en un maravilloso orgasmo. También tú estás apunto de correrte, lo noto porque tú verga se hincha dentro de mí y empujas con fuerza una y otra vez, así que sigo cabalgándote hasta que siento como me llenas con tu blanco líquido. Yana también parece estar a punto de correrse, así que sin perder tiempo, y ambos perfectamente compenetramos, hacemos que se tumbe sobre la cama. Tú te sitúas entre sus piernas, mientras yo me dedico a lamer y acariciar sus hermosas tetas. Con la lengua, sigues el trabajo bucal que hace unos minutos le aplicabas a su jugoso sexo y ella cada vez gime más fuerte, se convulsiona y estremece, empujando su pelvis hacía tu boca. Hasta que sientes sus jugos llenando tu boca, ha llegado al éxtasis. La miro a los ojos, nuestras bocas se buscan por enésima vez y nos besamos. Luego te acercas a nosotras, y también la besas en los labios, luego me besas a mí y tras ese beso me susurras con una amplia sonrisa en tus labios:

- Gracias, princesa.

Me siento feliz, porque tú también lo eres y nos abrazamos con fuerza. Luego rendidos nos quedamos los tres, acostados sobre la cama.

Despierto unos minutos más tarde, tú sigues a mi lado, pero Yana ya no está. Sólo una nota en la mesilla de noche me certifica que no ha sido un sueño. Cojo la tarjeta y la leo:

"ADM CLONACIÓN desea que el servicio ofrecido por YANA 585 haya sido de su agrado. Gracias por confiar en nuestros productos."

Siento que te mueves en la cama, te acercas a mí intentando abrazarme. Abres los ojos y me observas, luego preguntas:

- ¿Ya se ha ido?.

- Eso parece – te contesto enseñándote la tarjeta.

La coges y la lees, luego me miras sonriendo y me dices:

- Gracias princesa, este ha sido el mejor regalo que me han hecho nunca. Lo que has hecho no tiene precio, cariño, te quiero – me abrazas con fuerza como si quisieras retenerme para siempre en tus brazos y yo te susurró al oído:

- De nada.

Me besas y me abrazas con fuerza susurrando en mi oído:

- Te quiero – repites- y sigo sin poder creer lo que has hecho por mí. Complacerme así es lo más bonito del mundo, sin condiciones, sin celos, dándome lo que me gusta, sin importarte nada más. Eres una verdadera princesa, mi princesita.

Me quedo muda, sin saber que decirte, acaricio tu mejilla. En tus ojos y como siempre, se refleja esa luz y ese color que me dan seguridad.

Justo en ese momento alguien llama a la puerta. Nos miramos sorprendidos ya que ninguno de los dos espera a nadie, pero tú sonríes pícaramente así que me levanto, me pongo tu americana para taparme y me dirijo a la puerta, tú me sigues y te levantas de la cama, desde la puerta de la habitación te quedas observándome, llego a la puerta y la abro, hay un chico del hotel con un ramo de rosas rojas, me lo ofrece diciendo:

- Esto es para usted – y se va.

Cierro la puerta y te observo curiosa y sorprendida. Veo que las rosas llevan una tarjeta, la abro y la leo:

"Gracias, princesa, la próxima vez te toca a ti".

Y empiezo a pensar en esa fantasía, la mía, en como será....

Erotikakarenc

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INSPECCIÓN OCULAR.

INSPECCIÓN OCULAR.  

(Antes de que empecéis a leer quiero decir que este relato no es sólo uno más de mis relatos. Este relato es especial, sobre todo para mí, porque en cierto modo es un relato compartido con mi querido Rinaldo. Nacido de una idea y fantasía suyas que me pidió llevara a cabo en forma de relato, expresando lo que a él le gustaría expresar y que él no se ve capaz de hacer. Así que antes que nada quiero decirle a él que: ha sido un placer crear este relato, "tu relato", ha sido un reto maravilloso para mí hacerlo, como maravilloso ha sido haber dado en el clavo de lo que deseabas y poder compartirlo aquí contigo, espero que esta conjunción de ideas y relato pueda seguir en un futuro, y seamos así tú mi mente y yo tus manos, para escribir historias sensuales y eróticas. Te quiero mucho, ya lo sabes. Muchas gracias. )

Otro lunes más en que debía ir al Ministerio para realizar algunas gestiones. Me encantaban los lunes, precisamente por eso, por mis visitas al Ministerio, ya que allí podría ver a Ana y Carina, las dos guardas de seguridad que estaban en la garita de la puerta controlando. Cada vez que las veía dudaba sobre cual era más guapa, porque ambas me gustaban. Una morena, otra rubia y con aquellos grises uniformes que las hacían más atractivas aún y para mejorar ese marco, esas esposas, la porra y el arma reglamentaria que aún me ponían más.

Con frecuencia ellas estaban en mis sueños eróticos, imaginaba que ambas me hacían el amor y que me recriminaban al más puro estilo Sado sobre algo que había hecho mal. Me excitaba sólo con imaginarme atado, siendo el blanco de sus más profundos deseos sexuales.

Así que aquel lunes me levanté con una sonrisa. Me duché, me vestí, desayuné y salí hacía el trabajo. Alllí recogí los documentos que debía llevar al Ministerio y seguí mi camino. El tráfico estaba fatal a aquella hora y un trayecto que podría haber hecho en un cuarto de hora, tarde tres, con lo cual al llegar estaba muy nervioso.

Así que al entrar en el Ministerio iba deprisa. Junto al detector de metales estaba Carina, la morena, que me sonrió al verme y muy amablemente me dijo:

- ¡Buenos días!

- Buenos días. – Le respondí dejando las llaves y el móvil sobre una cinta.

Pasé bajo el arco y esté empezó a sonar. Maldita mi suerte, pensé, con la cola que había en el departamento al que debía ir y encima el detector se ponía burro. Volví a pasar bajo el arco, me quité el reloj mientras Carina me decía:

- Vienes con prisa hoy.

- Sí, había mucho tráfico y debo estar a las doce de vuelta.

Pasé de nuevo bajo el arco mientras Carina me explicaba:

- Se pone fatal el tráfico a estas horas.

El dichoso arco volvió a sonar y me lamenté:

- ¡Será posible el dichoso aparatito!

- No te sulfures – Trató de tranquilizarme ella sonriendo, mientras veía a su compañera Ana saliendo de la garita. – Seguro que es cualquier tontería que hace sonar este aparato, hoy está sensible. – Añadió quitándole importancia.

Volví hacía atrás pensando que podría ser lo que sonara. No recordaba llevar nada más que fuera metálico encima.

- Chica, no sé que puede ser, pero creo que ya me he quitado todo lo que llevaba metálico.

- ¿Estás seguro? – Me preguntó Carina.

Ana ya había llegado junto a nosotros y preguntaba con una amable sonrisa en los labios.

- ¿Qué pasa?

- Nada, seguramente debe ser una tontería. – Le dijo Carina. – A ver, quizás lleves alguna moneda en algún bolsillo y no lo sepas. – Me indicó.

- Puede ser. Veamos.

Registré todos mis bolsillos pero no encontré nada.

- No, estoy limpio. – Dije, como solían decir ellas cada vez que pasaba por allí.

- ¿Y algún piercing que te hayas puesto, quizás? – Apuntó Ana poniendo cara de viciosa, como si estuviera imaginando lugares donde... En fin, ya me entendéis.

- No, parece que no me conozcas, Ana, sabes que yo no soy de esos.

- Ya, pero a veces los que parecéis más inocentes sois los más salvajes. – Dijo Ana divertida.

- A ver pasa otra vez. – Me indicó Carina.

La obedecí y el pito volvió a sonar.

- Creo que tendremos que hacer una inspección ocular. – Anunció Ana con la misma cara de pícara con que me había mirado anteriormente.

- ¿Inspección ocular? ¿Qué significa inspección ocular exactamente?. – Pregunté algo asustado.

- Pues precisamente eso, Inspección ocular, ver y comprobar que no llevas nada sospechoso bajo la ropa. – Aclaró Ana.

- ¿Estáis locas? Me conocéis sobradamente y sabéis que yo nunca llevo nada extraño.

- Si nos fiamos de ti, pero nuestro jefe que está en la garita no. Será un puro trámite, no te preocupes. – Trató de tranquilizarme Carina poniendo la misma mirada inocente y viciosa que había puesto anteriormente Ana.

- No me mires así, no llevo ningún piercing, te lo juro y menos donde estás imaginando.

- Bueno, eso lo veremos ahora mismo. – Me dijo en tono desafiante.

Carina se alejó hacía la garita, mientras Ana me hacía pasar por enésima vez bajo el arco que volvía a sonar. Mi nerviosismo iba en aumento, porque cada minuto que pasaba era un minuto más que perdía.

Carina salió de la garita acompañada por su jefe. Se acercaron a nosotros y Carina dijo:

- Vamos, Antonio se queda aquí.

Ambas empezaron a caminar delante de mí. Yo las seguí. Por el camino iba observando sus maravillosos cuerpos enfundados en aquellos uniformes. No sé porque pero precisamente eso era lo que más me gustaba de ellas, su uniforme, creo que si no lo hubieran llevado no me hubiera sentido tan atraído y mi imaginación no hubiera empezado a volar fantaseando que ambas me desnudaban y me hacían su esclavo sexual. Inevitablemente y sumergido en esos pensamientos mi vista se fue hacía sus culos, que se bamboleaban al ritmo de sus pasos debajo de la tela de aquel uniforme. Su arma en la cadera, su porra un poco más atrás moviéndose al ritmo de sus pasos, las esposas en la otra cadera, me hacían imaginar lo que se sentiría estando atado por aquellas dos bellezas, era una visión tan excitante para mí... Ascendí con mi mirada desde su trasero hasta su nuca y entonces vi sus cabelleras bamboleándose al ritmo de sus pasos y como ambas cuchicheaban mientras me miraban con cierta perversión. Cuando llegamos a aquella puerta me di cuenta que ni siquiera me había fijado por donde habíamos pasado, pues la vista de sus cuerpos me había tenido muy ocupado.

- Bien, entra. – Me indicó Ana con una amplia sonrisa en su rostro.

Entré en la habitación que estaba a oscuras. Las chicas entraron conmigo y encendieron la luz, luego cerraron la puerta. En el centro de la sala había una silla y en una esquina una pequeña mesa. Era una habitación mediana y sin ventanas, con una lampara de luz fluorescente en el techo. Vi que Carina cerraba con una llave. Ana me dijo:

- Bien, vamos a ver que tienes por ahí, quítate la camisa por favor.

La miré incrédulo y me quejé:

- ¡Venga ya! No hablas en serio. No pienso quitarme nada.

Carina se acercó a mí y dándome una palmadita en la nalga dijo:

- Venga, no te hagas de rogar. Tenemos que realizar la Inspección ocular.

- No, ¿no os basta con mi palabra?

- Sí, pero tenemos que comprobar que de verdad no llevas nada "sospechoso", es un puro trámite, te desnudas un poquito, nos dejas verlo y luego te dejamos ir ¿verdad, Ana?

Suspiré fastidiado pero finalmente empecé a desabrocharme la camisa. Ambas se pusieron frente a mí, observándome expectantes. Una vez desabotonada la camisa la abrí y les mostré mi torso desnudo añadiendo:

- ¿Satisfechas?

- ¡Uhm, no! – Dijo Carina, que parecía la más dura de ambas. Ana a su lado, se reía entre dientes. – Tienes que quitártela, y los pantalones también.

Mi ira iba subiendo poco a poco, me sentía humillado por aquellas chicas. Una cosa era una pequeña broma, pero aquello ya empezaba a pasar de castaño oscuro.

- Venga chicas, esto ya es demasiado, no llevo nada y lo sabéis, dejad que haga mis gestiones y me vaya. Ya vale con la bromita ¿no?

- No es ninguna broma. – Dijo Carina totalmente seria. – Esto va de verdad, así que quítate esos pantalones, tenemos que comprobar que no llevas nada sospechoso.

Ana también se puso sería y viendo sus caras no tuve más remedio que obedecer. Me quité el pantalón con evidente fastidio y se lo tendí a Carina, que lo cogió y rebuscó en los bolsillos. Al terminar dijo:

- Bien, ahora los calzoncillos – La miré a disgusto y ella añadió: - y sin protestar.

No sé porqué, quizás porque tenía ganas de que aquello terminara, pero obedecí y me quité el slip quedándome totalmente desnudo. Con las manos me tapé mis partes y entonces, ambas dieron una vuelta rodeándome. Ana cogió su porra y apartándomelas dijo:

- Esas manitas fuera que lo que queremos ver está bajo ellas.

Yo me sentía avergonzado, una parte de mi sueño erótico (estar desnudo frente a esas dos bellezas) se estaba cumpliendo, pero en lugar de sentirme feliz y alegre, me sentía humillado, avergonzado y más, cuando vi que mi sexo estaba más diminuto de lo que jamás hubiera estado.

- Vaya, vaya, pensé que esa cosita se alegraría de vernos. – Dijo Carina recobrando la picardía.

Yo no podía dejar de mirar el suelo sintiéndome avergonzado por la situación. Entonces Ana acercó su porra a mi barbilla y me hizo levantar la cabeza diciéndome:

- ¿Qué tal si solucionamos eso?.

- ¡No! – Contesté yo empezando a sentir un extraño calor en todo mi cuerpo y como mi sexo empezaba a despertar. Ellas se dieron cuenta y Carina dijo:

- Bueno, parece que ya despierta el aparatito, anda siéntate en esa silla. – Me ordenó, indicándome la silla que había en el centro de la sala.

Me senté y esperé. Ana se acercó a mí y me ordenó:

- Pon las manos en la espalda. – Mientras sus ojos se cruzaban con los míos y por un momento su picardía se me contagió y creo que ella lo vió, porque me miró como reafirmando su deseo. Vi como sacaba la lengua y se mojaba su labio superior provocativamente.

Obedecí y sentí algo frío alrededor de mis muñecas, seguidamente oí un clic e inmediatamente entendí que me había atado las manos con las esposas. Aquello aún me excitó un poco más y sentí como mi sexo crecía, ya que en mis húmedos sueños estar atado mientras ellas me hacían lo que querían, me ponía a cien. Entretanto Carina se había desabrochado la blusa hasta el nacimiento de sus senos y se acercaba a mí con cara de leona. Me asustó un poco, pero a la vez me excitó. Se sentó sobre mis piernas y pasando la porra suavemente sobre mi pecho dijo:

- Vamos a torturarte un poquito para que confieses.

Sonrió y acercó su boca a mi cuello, lamiéndolo con la lengua, lo que hizo que mi piel se erizara y desapareciera totalmente mi nerviosismo. Resiguió con ella hasta mi oído haciéndome estremecer, mientras con una de sus manos tiraba de mi pelo causándome cierto dolor. Luego descendió con su lengua hasta mi boca, rozó la comisura de mis labios con ella y la introdujo buscando la mía. Correspondí aquel beso cada vez más excitado.

- ¿Quién te ha dado permiso para darme tu lengua? – Me preguntó con voz autoritaria, tirando de mi pelo con fuerza, a la vez que con la otra mano pellizcaba mi pezón izquierdo.

- ¡Ah! – Me quejé levemente.

Ana detrás de mí dijo entonces:

- ¿Por qué no comprobamos si tiene el piercing? – Estaba apoyada sobre mis hombros y había dirigido sus manos a mi aparato empezando a toquetearlo con suavidad.

Aquellos dedos suaves despertaron aún más mi libido, y mi sexo poco a poco fue creciendo y poniéndose en perfecta forma.

Carina había dejado de besarme y buscaba los labios de su amiga. Se besaban con pasión y sensualidad, como sólo dos mujeres saben hacerlo.

- Pues no encuentro nada sospechoso. – Añadió Ana cuando dejaron de besarse.

Carina se adelantó sobre mis piernas y alcanzó mi sexo, restregándose contra él y aumentando mi excitación, mientras Ana se apartaba y salía de mi campo de visión. Empecé a olvidar mis prisas y a dejarme llevar por aquella situación que me parecía sumamente excitante. Carina, sin dejar de moverse sobre mi sexo erecto, empezó a desabrocharse la blusa mientras decía:

- ¿Te gusta el espectáculo? Pues hoy vas a disfrutar de lo lindo.

Y tras decir eso se quitó la blusa. Vi a Ana frente a mí totalmente desnuda. No podría creer mi suerte, estaba atado a la silla y con aquellas dos bellezas brindándome el espectáculo que siempre había soñado. Carina se desabrochó también el pantalón y luego retrocedió unos pasos apartándose, momento que Ana aprovechó para colocarse entre mis piernas, y diciendo:

- Veamos si hay piercing.

Tomó mi sexo y empezó a lamerlo suavemente. La visión de aquella chica, arrodillada entre mis piernas, lamiendo, con una cara aparentemente inocente me excitó aún más. Carina a un lado se iba quitando la ropa y una vez completamente desnuda no tardó en hacerle compañía a su amiga. Así Ana le ofreció mi sexo a Carina y esta empezó a lamerlo con la misma suavidad con que Ana lo había hecho, y yo allí, mirándolas, atado, sin poder moverme. Deseaba acariciarlas, besar sus labios, pero no podía.

Ana y Carina se iban turnando, mientras una lamía mi glande, la otra hacía lo mismo con mis huevos y así alternativamente en una conjunción perfecta de movimientos que cada vez me tenían más excitado y más a su disposición. Yo gemía y me estremecía de placer, sentía como mi verga estaba cada vez más grande y como en cualquier momento podría explotar en un intenso orgasmo, pero ambas sabían cuando detenerse para que eso no sucediera.

Finalmente Carina se levantó y volvió a sentarse sobre mis piernas. Acercó su sexo húmedo al mío y empezó a juguetear, lo rozaba y se la introducía levemente, haciéndome creer que iba a metérselo, pero volvía a sacárselo y me dejaba con las ganas. Estuvo unos dos minutos repitiendo aquella tortura, mientras Ana lamía y mordisqueaba levemente mis huevos. Carina me miró a los ojos y se detuvo un rato, me cogió del pelo y tirando de él con fuerza me dijo:

- ¿Quieres follarme, verdad?

- ¡Ay! – Me quejé por el daño que me hacían tanto ella como Ana, que ahora tiraba del pelo de mis piernas. – Sí.

Carina acercó su boca a la mía y me dio un salvaje beso, casi mordiendo mi labio. Y Ana entre mis piernas, succionaba uno de mis huevos haciéndome daño otra vez.

Finalmente sentí mi glande en la entrada del sexo de Carina y como esta se sentaba introduciéndoselo por fin completamente. A la vez Carina clavó sus uñas en mis hombros haciéndome daño. Suspiré, al igual que Carina, al sentir como mis más profundos deseos se cumplían.

Carina empezó a moverse arriba y abajo. Ana se puso en pie y su compañera le dijo:

- Ven aquí cielo, vamos a demostrarle a este como se monta un buen trío.

Y así Ana se colocó entre Carina y yo, mirándola a ella. Ambas mujeres se besaron y empezaron a acariciarse mientras yo las observaba y sentía como Carina subía y bajaba sobre mi erecto sexo que parecía estar cada vez más tieso y palpitante.

Me sentía el hombre más feliz del mundo teniendo a aquellas dos mujeres sobre mí, besándose con una sensualidad enorme y haciéndome estremecer de placer a la vez. Era un maravilloso sueño que se estaba convirtiendo en realidad poco a poco. Quería soltarme las manos y acariciar el cuerpo de Ana que se retorcía ante mí, ya que su amiga acariciaba su sexo y su culo con pasión, pero no podía, y eso me torturaba más que cualquier otro martirio. Tener a aquellas bellezas, moviéndose, retorciéndose de placer y no poder tocarlas ni siquiera un centímetro... Me ponía a mil. Besé la espalda de Ana, era lo único que podía a hacer, la lamí y chupeteé mientras veía como sus manos pellizcaban los pezones de su amiga. Su culo estaba pegado a mi pecho. Y si me movía por encima de su cadera, podía ver como Carina tenía una de sus manos entre las piernas de Ana y como esta se retorcía. Sentía la mano de Carina moviéndose, repiqueteando sobre mi vientre al introducirse y salir del sexo de su compañera. Ana gemía cada vez más fuerte y se retorcía más, señal de que estaba a punto de correrse.

También yo sentía que ya no podía aguantar más y que mi sexo iba a explotar de un momento a otro ante tanta excitación, así que avisé:

- Me voy a correr.

Ambas con rapidez salieron de encima de mí, se sentaron de nuevo entre mis piernas. Ana sujetó mi verga y las dos se dedicaron a lamerlo y mimarlo hasta que un potente chorro de semen salió. Carina fue la primera que pudo atrapar algo con su boca, luego lo hizo Ana, aunque ambas quedaron con la cara manchada del blanquecino líquido. Fue la mejor corrida de mi vida. O eso creía, porque poco a poco fui despertando de aquel maravilloso sueño.

El pi, pi, pi del despertador me sacó de aquel fantástico espejismo, aunque otro igual de maravilloso estaba apoyado sobre mi hombro izquierdo.

- ¡Uhm, maldito despertador! – Protestó Ana apagándolo. - ¡Buenos días, cielo! – Oí que me decía.

Abrí los ojos y sus azules ojos me miraban con pasión. Acercó sus labios a los míos y me besó.

- ¡Buenos días, princesa! – De repente recordé que la Ana de mi sueño tenía su misma carita inocente y de niña buena que ella, sólo que en lugar de ser pelirroja era rubia.

Ana se levantó y empezó a vestirse, yo la observaba desde la cama, contemplando su cuerpo perfecto, sus curvas sensuales, su espalda recta. Se puso la ropa interior y luego la camisa gris del uniforme, los pantalones con su cinturón y finalmente su porra, sus esposas y la pequeña pistola reglamentaría. Estaba tan sensual y atractiva con su uniforme de guardia jurado, que inevitablemente me acerqué a ella, la atraje hacía mí, la abracé y empecé a tratar de desnudarla.

- Rinaldo, por favor, que voy a llegar tarde. – Protestó como si en realidad no quisiera que parara, pero recapacité, ya que ella tenía razón, ambos teníamos que ir a trabajar, al caer la noche ya tendríamos tiempo.

 

Erotikakarenc

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